¿Inmunes a la crisis?
Desde hace un tiempo vengo escribiendo y discutiendo acerca...
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Rafael Mies
Desde hace un tiempo vengo escribiendo y discutiendo acerca de cuán inmunes estamos respecto de la actual crisis mundial.
En primer lugar, reafirmar que, para el caso chileno, la principal dificultad no es de orden real: el desempleo sigue bajo, la inversión alta y el endeudamiento privado y público dentro de los rangos razonables. La principal crisis es de expectativas o incertidumbre respecto del futuro mundial.
Ahora bien, esta incertidumbre es real y no una mera percepción de lo que está pasando, sólo quiero mencionar un caso y entregar una opinión de cómo podemos dirigir nuestras organizaciones, en tiempos turbulentos, de la manera más segura posible.
La semana pasada me tocó, con invitados distintos, asistir a un desayuno y luego un almuerzo dónde el tema de fondo era China. El invitado del desayuno, un economista prestigiado presentó un visón crítica de la economía china. En ella mostraba como ésta no sólo estaba sobrecalentada, sino montada en una “burbuja” de demanda interna que más temprano que tarde se iba a ajustar, provocando un gran daño a la economía mundial. Ciudades completas construidas y deshabitadas, autopistas sin circulación eran sólo algunos de sus ejemplos para justificar tan sombrío pronóstico.
El invitado del almuerzo, otro economista igualmente prestigioso, partió su exposición mostrando un mapa chino y afirmando exactamente lo contrario. En su presentación dejó en claro que para ellos el desarrollo apenas estaba partiendo y que la demanda tanto interna como externos eran reales y crecientes.
De hecho en el mapa dibujaba claramente como el desarrollo chino se circunscribía sólo a las ciudades del margen costero, quedando todo su interior aún por desarrollarse. La conclusión es que tenemos China sino para décadas, al menos, muy fuerte para los próximos años.
Frente a tanta disparidad de información una primera reacción puede ser buscar más especialistas que avalen una u otra postura, antes de tomar cualquier decisión práctica. Sin embargo, creo que esto no conducirá a nada distinto que quedar en la mitad de un fuego cruzado de opiniones que no arrojarán mayores luces de las que tenemos.
Mi primera recomendación es aceptar, cómo ya lo han hecho tantos economistas, que no sabemos prácticamente nada de lo que pasará en el corto mediano y largo plazo y que el instrumental analítico clásico se ha vuelto relativamente obsoleto frente a las nuevas realidades que enfrenta la sociedad y la economía mundial.
Pero, en segundo lugar, entender que aceptar no significa quedarse de brazos cruzados sino recurrir al único recurso preparado para enfrentar la adversidad y el mundo cambiante: las personas en la organización. Son ellas las que usando sus talentos pueden prepararse para escenarios múltiples y a anticipar caminos de acción acorde a los nuevos tiempos. La reflexión estratégica sigue siendo una antigua buena aliada para estos efectos. Yo animaría, como la hacía Peter Drucker, a darse este espacio organizacional para preparar un futuro que si bien es incierto, puede esconder muchas oportunidades para enfrentarlo adecuadamente.